PUNKEMA DEL PARQUE 

 

 

El corazón de una tierra de  destino paradisíaco, late cardiopáticamente  al ritmo de las campanas del templo donde se adora a Dios y se critican a los vecinos. Atravesado por el puñal de un ladronzuelo huele sacol, el corazón sincroniza toda su arritmia con las conversaciones reptilianas de los trabajadores de la alcaldía cerca de las fuentes de agua  y en su odioso afán de supervivencia es también capaz de amangualarse con el ruido de la radio mal sintonizada que ameniza a la clientela en las ventas de jugo de borojó, cholado, y limonada. Su disfuncional palpitar lleva en sus arterias asfálticas el sonido de los motores de la obrerada y los pregones  de un ayudante de bus intermunicipal que promete puestos dentro de la bodega.

 

El crujido de una papa frita en la jeta de un perro sarnoso, anima el corazón mórbido, que acoge en sus bancas los frenéticos dedos que entran a la humedad del primer amor. Palpita insano corazón, con el silencio napoleónico y romano que guarda el libertador, con la fricción de un fósforo que se enciende para patrocinar unos plones, con los madrazos que salen de las bocas isaacianas en las peleas por tripa o bisnes, con los seis tiros que infortunadamente no dieron en el blanco, en el negro, zambo o mulato, pero que rozaron la fiebre de bicicletas de los infantes con rodillas peladas. Palpita fofo corazón con la mierda vampirca que enguanece la noche.  

 

Mantecoso el viento mueve en lo alto las palmas, abajo los jubilados estremecen sus cajas de dientes, producto de la hilaridad prostática y rancia:

 

- ¿Te acordás cuando tu mujer bailó con el diablo?

- ¿Te acordás cuando los pájaros le cortaron la verga a Misael?

-¿Te acordas cuando perdimos las “cachuchas” en el burdel de la Pico?

-¿Te acordás  cogimos a bala a esos cuatreros?

 

Te acordás, te acordás, te acordás…

 

La conveniente demencia senil hace que ninguno se acuerde de nada y por eso ríen, espantando a las ratas aladas que pichan, para  engendrar pichones, entre cagada y cagada, igual que lo hace el lumpen en sus pequeñas moradas.

 

Palpita, palpita una vez más blandengue y ajardinado corazón, con los olores que se mezclan en tus árboles y pastos meados, por donde viajan, el incienso de las semanas santas vendidas al turismo depredador, con todo y putas, y bustos de santos padres.

 

Náusea De Vida