Poema 666
Cuando siento que un euclidiano algoritmo
me causa gracia hasta el infinito
y a una vuelta, al inicio de nuevo
me siento la Nada que No Es
y la que Es también;
y paradójicamente, la tristeza
me embarga como el banco
Y el gota a gota, juntos
pero es esa tristeza
la que ostentamos los bufones
como coronas de laurel.
Y no la que siente
los racionales y modernos
Hombres que no tienen tiempo
ni para estar tristes.
Es esa tristeza la que tiene como
Igual a su reflejo en un espejo, donde se mira
El traje de fiesta
para salir a cazar luciérnagas
en un teatro oscuro
pobre y con malos actores
pero aún así goza con eso,
porque cree que cuando ríe
le hace honor a su abuelo,
un chimpancé.
Esta tristeza que tenemos
quienes poseemos
sonrisa de carrilera,
ferréa y a veces asaltada.
Es igual:
a las voces de un coro de mudos;
a las ganas de vivir de un suicida;
a la cantidad de mujeres vírgenes en un prostíbulo;
a la inteligencia de un asno;
a la libertad de un obrero;
a Seiscientos sesenta y seis
menos seiscientos sesenta y seis;
a la Vida sin Vida;
a el Yo del Homo Sapiens;
a EL existir sin pensar;
al pensar sin existir;
a los testículos de un castrado;
a el oxigeno en los pulmones
de un ahogado;
a la inexistencia de mi ego;
a la raíz cuadrada
de un número negativo:
a la honradez de Dios;
al buen olor de la Tolerancia;
a la cantidad de brincos
que da un paralitico;
a el vello púbico de una ballena;
a la pureza de estas líneas;
al ascetismo de una perra.