De Turno

 

Se abre una mañana rosada y fresca, la luz empieza a tratar de invadirlo todo, las plantas se visten del cristalino rocío como lentejuelas que se escurren de la córnea de sus hojas al tiempo que se abre la puerta y la ventana iluminando al que está ahí postrado.

 

 

La enfermera Carmen ve que al igual el rocío se escurre de las hojas, así mismo se escurría la dorada orina. Ese resultado dado en los riñones jugueteando en las capsulas de Bowman, después girando en el asa de Henle. Este líquido se deposita en los cálices renales que como los deltas en las riveras: Desembocan en los uréteres.

 

 

Las cordilleras renales de Malpighi al igual que las ricas cordilleras que cercan y nutren los pestilentes ríos de la ciudad gatillo, hacen abundar el dorado líquido que cae a la bolsa salada como el mar en donde desembocan los cauces cada vez más saturados de basuras y cadáveres; el gran aporte del sapiens a la naturaleza, Carmen ve por la ventana y nota que el sapiens se congestiona retirando el natural fluido. Ella cree que todos los esfuerzos de la actual administración y las administraciones pasadas no son más que el vano pujar de un estítico; que no hay como desenvolver ese mierdero. Da vuelta y avanza hacía el paciente.

 

Para cuando la bella Carmen cambia el contenido de la bosa para orina. La luz rosada del horizonte cambia a un color amarillo, café y otra gama de colores de otoño. Invade las pupilas de Carmen que se contraen por el vigor de los lúmenes. Aquellos colores que inspiraron a Vivaldi le recordaron a Carmen que debía asear el otoñal residuo que el paciente tenía en sus pies insensibles así que se pone en ello, empieza a retirar los excesos de otoño agregándole agua fría como el invierno cosa de la que solo las manos de Carmen se enterarían pues los corpusculos de Krause, Paccini, Meissner, Ruffini, del paciente nada indicaban sobre esto.

 

 

Luego le pasó un paño húmedo con olor a rosas, si a rosas. A su memoria (la de Carmen) vino el recuerdo de las perfumadas rosas que Antonio solía regalarle, un silencio acompañaba el dulce recuerdo de Carmen, una brisa discreta con olor a mañana entro por la ventana como tratándose de llevar el olor de las rosas, Carmen se puso de pie para asear los genitales, empezó a hacerle con tanta eficacia como lo permitiría su industria; empezó aseando esos genitales arrugados como larva de mosca y el mapeado escroto, agrego un poco de jabón y agua con sus guantes; y jugó un poco con los genitales entre sus dedos al tiempo que pensaba en Antonio. Para cuando volvió en sí, los juagó, los secó y le puso el pañal. Así como el vaso de cristal que cae de lo alto al suelo se rompió el silencio con una perfumada y estruendosa ventosidad que le recordó a Carmen que debía darse prisa porque tenía más pacientes. Le puso todo lo que era menester por vía parenteral y la ingesta que correspondía por vía de tubos, arregla un poco la habitación y se retira.

 

Ya casi al final de su turno le informan que el paciente debe ser desconectado.