Abril

 

Fecha: Abril de una época en donde todo se prostituye incluso, usted..

 

El Guardián que me superaba en talla más no en estatura, me esperaba sentado en las puertas del sórdido Templo de la Lujuria Sabatina. El Templo en su fachada mezclaba la estética de una construcción urbana y rural: Techo de Eternit, latas de color negro que tapaban sus grandes ventanales: colgando de la estructura que soportaba el techo de punta a punta de la fachada con excepción de donde se encontraba la puerta, había unas plantas como dicen los Biólogos Pterophyta o como dicen los vulgares y los Poetas: Helechos.

 

Me abrí pasó entre el maremágnum de motos de obreros puestas en frente del Templo, para pasar por el control del Guardián y disponerme a entrar de una vez por todas al Templo; El Guardián paso sus manos para inspeccionarme y cerciorase que no tuvieras armas, sin mediar una sola palabra lanzo una mirada extraña para mí, me sentí como una mercancía o alguna cosa de ese estilo, yendo en una banda hacia otra etapa del proceso de producción.

 

Empujé la pesada puerta de lata y me adentre al interior del Templo, había tanta solemnidad como en una iglesia todos, hombres y mujeres parecían estar en altares en donde en vez de tener flores a sus pies y posar melancólicos para que les recen, tenían aguardiente, cerveza, ron y el olor a sexo en sus mesas al por mayor y detal, allí se adoraba a la vida que inconscientemente se les esfumaba en cada pieza de baile, en cada brindis, en cada beso con sabor a cigarrillo. La atmosfera de libertinaje inflaba mi hambre por consumirlo, las mujeres yendo y viniendo en ropa interior y trajes de baño, hicieron que mi corazón pasara de latir súbitamente del Adagio al Allegro.

 

Tomé asiento en una de las pocas mesas que estaban vacías, llamé a un hombre que tenía aspecto de mandadero, pues un bolso que tenía en la cintura y su rápido caminar lo delataban: - ¿Qué va a tomar Paisa? Me dijo. Le respondí: Si me está viendo, míreme mejor, míreme la cara, míreme la piel, se dará cuenta que no soy Paisa, entonces me respondió – Bueno Niche ¿Qué va tomar? Querido amigo cegatón de espíritu, incorregible y de nariz diabólica: Iba a pedir una botella de ron pero me indispusiste, traéme cerveza. Con un gesto de pocos amigos el hombre se retiro a traerme raudo la cerveza, pero antes pasó por otra mesa en donde dos obreros aún con sus maletines de trabajo llegaban a terminar la jornada.

 

Mientras esperaba al hombre por la cerveza todo lo que estaba viendo me parecía fantástico a pesar de lo ordinario que de todos modos lo consideraba pero veía en todo ello una honradez a un hombre que por vía de placer se hacía virtuoso en tanto que se encontraba con su verdadero YO, ese que ha sido secuestrado por morales envilecedoras y asesinas de todo lo que une al Hombre con su ser natural.

 

Junto a la mesa donde estaba sentado pude escuchar te amos en medio del ruido de la música estridente y los coros que hacían los presentes eufóricos de felicidad producto del aguardiente a un viejo barrigón y calvo; bueno calvo como esos calvos que parecen a frailes de una antigua orden de religiosos cristianos, aunque la santidad del viejo se expresaba diferente pues en sus piernas regordetas tenia a una joven que lucía virginal de cabello rubio, piel muy blanca y ojos claros aunque no supe muy bien el color por la oscuridad tenue de lugar. Ella se movía sus pequeñas pero bien formadas nalgas en las piernas del viejo al son de un merengue mientras mi mirada ahora reposaba en sus senos que se movían de un lado a otro como quien dice no con el cuello, Ahora que lo pienso tal vez esos senos que también me hicieron decir no, era una forma de negar el amor de a peso.

 

El viejo aplaudía torpemente pues ya se le veía alicorado, Dionisio en él ya estaba empezando a ser su trabajo, le dijo a la joven: - Mami vaya   por otra botella- mientras hacía como si estuviera bailando con las manos arriba, la joven se levanto y se inclinó para darle un pico en la boca al viejo poniendo una mano en la mejilla de este y dejándome ver por completo sus nalgas desnudas pues la ropa interior no era más que una prenda de esas que le llaman hilo dental. La Joven fue por la botella a la barra pasó a mi lado y la miré a los ojos, ella creo que también se quedó mirándome y sonrió. La seguí con la mirada viendo como se abría campo entre la gente del lugar pero también pude ver como venia el mesero con cuatro cervezas en la mano, que fue dejando en las diferentes mesas hasta llegar a mí - Aquí está la cerveza niche son dos mil – Saque un billete de cincuenta y le pagué, el exclamó: - ¡Uyy no joda! ¿No tiene más sencillo? Yo le respondí con un seco: -NO. Se rasco la cabeza como en señal de desespero, comprobó si el billete estaba falso y luego saco de su bolso un puñado de billetes para darme el cambio que contó muy detenidamente. Para no dejarlo impune antes que se fuera le pregunte: ¿Por qué hay cosas y no más bien nada? El me respondió con otra pregunta: ¿Se la fumó verde y con pepas o qué? –JAJAJAJAJAJJAAJAJ- Solté a reírme a carcajadas.

 

…Me quedé como suspendido en aquél universo mientras tomaba la cerveza que no estaba tan fría, contemplaba cada uno de los gestos de las mujeres, como caminaban para provocar la chispa de la lujuria en los clientes, como bailaban con ellos, como el roce de los cuerpos, el contacto destilaba un erotismo a veces, vallenatero, otras veces, salsero, hasta rockero recuerdo, todo dependía de lo que sonara.  

 

Después de haber bebido varias tandas de cerveza sentí la imperiosa necesidad de ir hasta el baño a soltar el amarillento líquido, camine presuroso por en medio de la pista de baile donde por el momento poco me importaba la sensualidad con las que las celestiales damas movían su caderas. Cuando ya estaba a punto de ingresar al baño sentada en la barra pude ver a una mujer o… No sé si era una mujer o al menos no como las demás que había allí, en sus ojos parecieran ostentar el titulo de ser la mujer sobre esta tierra en haber gozado más con diferentes Penes y Vaginas los placeres del sexo.

 

Llevaba puesto un liguero blanco que fluorecia con la luz escasa de aquel Templo, bailaba sentada mientras tomaba un trago de Ron, pero en ella no había sensualidad sino sexualidad atomizada por sus redondos senos como un perfume en el vientre lujurioso de la noche. Mi Pene henchido por la orina dentro de mi pantalón pasó a estar henchido de la felicidad que me causaba observarla. Pero no pude aguantar más mi contemplación ya que la urgencia urinaria no iba a dar más espera.

 

Mi pene y yo descansamos al llenar casi todo el orinal con la brillante orina que reflejaba los muros de aquel fétido sitio; en esos muros blancos se podía aún leer mensajes de encuentro con números telefónicos y amantes atrapados por corazones flechados por afilados falos.

 

Al salir del orinal me iba a dirigir a la barra para buscarla pero no la encontré allí y me temí que se había ido con algún cliente ya, lo que me causó algo de aflicción pues ganas le tenía. De nuevo en la mesa pedí más cerveza y me dedique nuevamente a la contemplación, el viejo calvo con la niñita se besaban apasionadamente y hasta alzaron su mano con una copa de aguardiente para brindar conmigo.

 

Sin más ni más empecé a sentir una extraña erección, supuse que era por ver a tantas mujeres semidesnudas, pero no era así, esta erección era particular nunca experimentada antes por mi cuerpo libidinoso, mi Pene erecto estaba tensionado en dirección contraria de las manecillas del reloj y ya se hacía incontrolable aquel temple entrepantalonario, me puse de pie y di una media vuelta y allí estaba ella, en la misma dirección que mi pene señalaba, apuntando hacia su cuerpo con toda contundencia y en pie de guerra como si fuera el mismo armamento de la OTAN.

 

El básico instinto de yacer con una mujer capaz de provocar el frenético magnetismo animal, me llevo a ella:

– Hola -

- Hola – Me dijo

- ¿Cuánto cuesta?

- La cerveza la vende el del bolso

- No, cuanto cuenta acostarme con usted a eso me refiero

- ¡Ah! Como no habla claro

- Pero es que es obvio, entonces ¿Cuánto cuesta?

- Treinta y cinco “el rato”

- Bien, que no se diga más.

 

Y en verdad quería que no se dijera más, quería abalanzarme inmediatamente sobre el alquilado cuerpo de esta mujer, sus tetas parecían querer salir ante el apresamiento del coqueto sostén para instalarse en esta boca como un rezo al Señor de infinitas alturas siderales.

 

Pasamos a través de la barra hacia un pasillo en donde había un baño, con una puerta de lata, y un canal de desagüe hacia un sifón que se encontraba en el centro de un patio con piso de cemento. Ella se recostó en una pared y me estiro la mano pidiendo el dinero, pero aún así en esa actitud de cobrador gota a gota, lucia tremendamente sexual. Yo le entregué el dinero y ella se fue a la registradora a pagar la pieza. La esperaba recostado donde ella lo estuvo, al volver me tomo la entrepierna con su mano enguantada, - ¿A ver esta verga si está rica? ¡Uf! La tiene dura, me dijo; yo sin decir ninguna palabra como con cierto pudor, la seguí por donde ella me condujo jalándome de la entrepierna.

A pocos pasos había un viejo calvo y maricón sentado en un escritorio de madera apolillado, tenía una libreta donde registraba la entrada de las muchachas a las piezas, Estaba impaciente y no dejaba de verle las nalgas paraditas a la mujer. Mientras se hacia el dichoso registro había una parejita que se besaban apasionadamente en la desembocadura de los pasillos, El viejo le pasó un par de toallas y una llave; ella me dijo vamos que es por aquí. Atravesamos el patio, la pieza se encontraba en frente donde el viejo tenía el escritorio.

 

Abrió una puerta café la cual no pude pasar erguido la entrada, ella al notar eso me dijo: ¿Usted por qué es tan alto? Yo le respondí: Porque no puedo ser más bajo. Jajajaja tan chistoso!

 

Entramos al cuartucho que tenía una luz amarillenta y mortecina como para pollos de galpón. Yo la abracé y deslicé mis dos manos a sus nalgas que se sentían muy suaves a mi tacto alcoholizado, la mire a los ojos verdes esmeraldados, que destellaban más luz que la bombilla de 60 vatios en el techo. De mis labios no salía palabras, solo la miraba inclinando con la cabeza a un lado ¿Qué le pasa? Quítese la ropa que el tiempo está corriendo. – Yo veré en que me gasto mi tiempo le dije. Quitándome la camisa. Ella besó mi pecho desnudo y sentí como la saliva que quedaba en él era un bálsamo purificador de mi noctambula existencia.

 

Me acosté en la cama que apestaba a cópula, aún se podían ver las figuras que los anteriores cuerpos habían dejado en las curtidas sábanas. Ella me quito el pantalón con pantaloncillos y todo de una sola vez; subió por mis piernas haciendo un vendaval con su respiración en mis vellos para luego sacar su lengua roja que dejo su rastro húmedo desde mis muslos hasta los güevos.

 

Puso el condón y me dio una mamada que Para-lizó aún más la verga, chupaba, chupaba y chupaba una y otra vez, sin descansar, de arriba abajo y cada vez más introducía mi babeada verga al interior de su boca; ese fue un momento extremadamente sensible podía sentir, su paladar, su lengua, su cambios velocidad, su respiración nasal, acariciándome la zona genital, como el tibio aire que golpea en la tarde para irse a la montañas, sentía eso; y nada más que eso, para mí no existía más nada en el mundo que esa fantástica conjunción de sensaciones coordinadas para elevar mi libido a las alturas estratosféricas.

 

Se levantó sobre la cama dejándome en medio de sus piernas; empezó a moverse, a contonear sus caderas al ritmo de una música imaginaria que yo no podía escuchar, pero que ella expresaba muy bien con su cuerpo, todo un artefacto ensamblado perfectamente en esta fábrica de gozo. Descendió con su cuerpo hasta mí y se sentó sobre mi verga de una dureza diamantina admirable. Dio un giro apoyada con su mano en la cama sin sacarse mi verga y quedó con su cara hacia mis pies mostrándome su culo que empezó a moverlo a una velocidad de ciento veinte penetraciones por minuto. Con su respiración en mi oído no paró de chocar a toda velocidad su cimiente contra la mía, dejó de escapar sus gemidos juntos con ¡Que ricos! Que hacían acrecentar todo el placer que experimentaba en aquel momento.

Dio un pequeño alarido y no pude aguantar más la blanca leche de la fertilidad inundando el látex por completo. Fue una eyaculación abundante capaz de arrasar cultivos, casas, gentes y digna para ser bebida por le mismísimo Cristo y sus doce apóstoles pero lastimosamente se había quedado allí como el agua de un lago dentro del condón.

 

Sudorosa y exhausta ella se acostó sobre mi pecho, su cabello olía a perfume de catálogo, levanto su cabeza y me lanzó una mirada indagatoria, pero no me decía nada, yo igual me quedé mirándomela fijo a esos ojos que quería que fueran míos. No sé si se dio cuenta de mis pensamientos pero pregunto:

 

-       ¿Por qué me mira como diablo?

-       ¨ ¿Cómo diablo? ¿Cómo es eso?

-       ¡Sí! así de raro

-       Pues así miro, no tengo otra forma

 

Miró mis tatuajes y volvió a preguntar:

 

-       Usted es de esos Satánicos

-       No, soy Luciferiano Ortodoxo, Satan me parece un pobre diablo.

-       ¿Se está burlando de mí?

-       ¡No para nada!

 

Acaricié su rostro que había pasado de tener una expresión de placer a una atractiva serenidad impasible:

 

-       ¿Cómo se llama?

-       Abril

-       Me habla en serio

-       En serio, las palabras de nosotras son tan serias como las de un banquero o una monja.

-       ¿Y usted como se llama?

-       Jorge Eliecer Gaitán, mucho gusto

-       .Mucho gusto

-       Señor Jorge Eliecer, vístase que su tiempo terminó, no demoran en tocarme la puerta.

 

Me puse la ropa viéndola como se daba un baño y enjabonaba su culo y tetas, evitando mojarse el cabello, volvía a sentir una erección quería quedarme allí viéndola pero tocaron a la puerta, abrí, era el viejo maricón: - Se les acabó el tiempo.

 

 

Náusea Dvida